Los Andes. Carmelo Fernández |
LA ESFERA PÚBLICA Y LA ESFERA PRIVADA
EN EL TEATRO DE JOSÉ IGNACIO LARES
Resumen
Este
artículo se propone realizar un análisis de la obra de teatro El Recluta, escrita a finales del siglo
XIX por el trujillano-merideño José Ignacio Lares, en cuyo planteamiento
dramático se estima el desplazamiento de la esfera pública y la esfera privada
como aspectos fundamentales para dilucidar el sentido prístino de la política y
su revalorización en nuestro tiempo.
Palabras
clave: Esfera pública, esfera privada, política, teatro, José Ignacio Lares.
THE PUBLIC SPHERE AND THE PRIVATE SPHERE
IN THE THEATER OF JOSÉ IGNACIO LARES
Abstract
This article proposes an analysis
of the play El Recluta, written at
the end of the 19th century by the Trujillano-Merideño José Ignacio Lares,
whose dramatic approach estimates the displacement of the public sphere and the
private sphere as fundamental aspects to elucidate the meaning pristine of
politics and its revaluation in our time.
Key words: Public sphere, private sphere, politics,
theater, José Ignacio Lares.
El Recluta es
un drama en verso, dividido en tres actos, escrito en 1896 por José Ignacio
Lares, en cuya propuesta dramática se estima el desplazamiento de la esfera
pública y la esfera privada como aspectos fundamentales para dilucidar y
revalorar el sentido prístino de la política, siendo ésta una actividad que
colmó la vida y obra del autor.
El
título pone acento en «el recluta» como calidad del individuo que, en previsión
de la guerra, es el encargado de alistar generalmente mozos –de forma
voluntaria o forzada- para el servicio militar; y a su vez el término se
refiere por extensión al sujeto alistado o reclutado. De manera que «el
recluta» viene a ser un sustantivo que inscribe tanto al sujeto Reclutador como
al sujeto Reclutado, y la condición forzada o voluntaria del último implica, en
todo caso, irrupciones en la esfera privada y en la esfera pública por analizar
en este estudio.
El
autor ubica la acción acotando “se supone
que pasa en Mérida después de la guerra de la Federación”[1], pero el
“supuesto” resulta una suspicacia del tiempo y lugar de la acción en cuanto a
una crítica a la guerra en general.
DOLORES.- Por todos los cerros ya
la noche se nos desborda.
(Viene cerca de María)
Es mi temor esta guerra
que nos persigue tenaz.
Está visto: en esta tierra
no les gusta estar en paz.
Nada
fuera que allá ganas
les
diera a ellos de pelear,
si
todas estas jaranas
no
fuera el Pobre á pagar.
Ahora
el Pelado ha vuelto
á
formar revolución;
y está
Mérida revuelto
desde
antier, y en confusión.
De
nuevo a su oficio eterno,
y en
trillar la misma ruta,
vuelve
otra vez el Gobierno
á
disponer de la recluta.
[…]
En
el primer acto, se nos muestra la cocina de la casa de una laboriosa y apacible
familia campesina en la que se encuentra Dolores cocinando la cena en el fogón
y María, su hija, cociendo con entusiasmo el vestido de su boda con Antonio, un
mozo vecino trabajador de la hacienda cafetalera de don Moré, ubicada en las
afueras de la ciudad, donde también trabaja el padre de la novia, Juan, y el
tío Rodrígo, hermano de Dolores, además de otras familias vecinas de los
alrededores. Dolores se pasea por la casa angustiada por la tardanza de su
esposo, ante la amenaza de que lo pueda haber atrapado la recluta que campea
por esas tierras en tiempos de guerra; mientras su hija trata de tranquilizarla
contándole que, cuando fue a la vega por la tarde a llevarle el almuerzo a su
padre, se enteró que don Moré había dispuesto un centinela que le avisara al
peonaje en caso de algún peligro, además de contarle su alegría porque el
hacendado le prometió, delante de su padre, costear y realizar su boda en la
hacienda.
DOLORES.-
Con gusto de todos, sí,
los chicos se casarán,
y no distantes de aquí
en su casa vivirán.
Nos veremos todo el día
aquí tanto como allá;
y tranquila en alegría,
nuestra vida pasará.
Después vendrán los
chicuelos
a darnos la dulce guerra,
y seremos los abuelos
más felices de la tierra. (Pausa)
(Va
al fogón, destapa la caldera, la revuelve con
una
cuchara grande de madera)
[…]
Todos
los preparativos del matrimonio se truncan cuando aparece en la casa el novio,
Antonio, para avisarles a las dos mujeres que viene la recluta –encarnada por
los generales Logrador y Cubero- que ya hizo estragos en la hacienda de don
Moré, y por lo que Juan y Rodrígo quedaron en juntarse con él para irse a
esconder en el monte. Pero, al tratar de escapar los tres hombres de la casa,
se escucha el sonido de dos disparos de bala que los hace retroceder y
ocultarse en el granero.
RODRIGO.-
¡Nos fregamos! se los digo,
por
tris que pago la fiesta.
Unos
vienen por aquí,
(Señala con
una mano á la derecha)
Y
otros vienen por acá.
(Señala a la
izquierda con la otra mano)
MARÍA.- (Con
viveza) Pero no estén así.
DOLORES.-
(Con
apuro) Entre, entren para allá.
(Dolores
y María los empujan á todos para que entren á la sala, se van precipitadamente
y las mujeres llegan hasta la puerta)
DOLORES.-
En el falso de la troje
encarámense los tres.
MARÍA.- Y
á ninguno se le antoje
hacer ruido con los pies.
Entran
intempestivamente en la casa los generales Logrador y Cubero, acompañados por
dos soldados que encuentran y reclutan por la fuerza al novio y, de manera
arbitraria, al padre y al tío para llevarlos junto a los demás hombres de la
hacienda: padres, hijos, tíos, primos, etc., a los embates de la guerra. No
obstante, los dos soldados también reclutan las cosas de la casa y los dos
generales planean volver solos por la noche para llevarse a la novia ante los
ojos aterrados de la madre.
CUBERO.-
(Con
voz imperiosa)
La casa franca, señora,
que la voy a registrar.
DOLORES.- Ese es un atrevimiento.
No somos, señor,
criminales,
y yo no se lo consiento
ni á godos ni á
liberales.
_______
DOLORES.- ¿Dónde están las garantías
y de la ley el favor?
CUBERO.- No esté hablando tonterías:
No hay más ley que el mandaor.
________
DOLORES.- ¡Señor, á qué vuelve usted!
CUBERO.-
De poco se empresiona.
Voy á llevarme en mi
red,
mi señora, esta pichona.
(Logrador se arroja sobre Dolores y
empieza a atarla en el pilar. Cubero hace lo mismo contra María, pero ésta se
le escapa y trata de ganar la puerta del campo)
El
segundo acto, transcurre en la Plaza Bolívar de la ciudad de Mérida donde se
encuentra la Gobernación, el Arzobispado, Casas de vecindad, la Cárcel de
hombres, la Cárcel de mujeres, y el Cuartel General donde al llegar los
reclutados Antonio, Juan y Rodrigo son ascendidos de rango de inmediato gracias
al reencuentro con Manuel, un mozo amigo que daban por muerto de la anterior
campaña y que ahora ocupa el grado de Coronel. Allí mismo, conocen la nobleza y
honradez de Goya, otro mozo recluta –voluntario- con grado de Ordenanza que se
ha decepcionado de la milicia al constatar cómo han pervertido sus ideales, por
lo que resulta un aliado que va a poner en cuenta al novio de los desmanes
cometidos contra su prometida, al oír el relato de la madre que ha llegado a la
ciudad suplicando ayuda de las autoridades –el Gobernador y su esposa, y el
General Corona- tras el rapto de su hija. Antonio, el novio ahora capitán,
decide junto a los demás vecinos labriegos, ahora milicianos, tomar la justicia
por sus propias manos con ayuda de su amigo Manuel. Por otra parte y sin
saberlo Antonio, Dolores logra reencontrarse con su hija, María, que trajeron a
la ciudad para ser encarcelada por darle muerte a Cubero, su raptor, en la
lucha por salvar su honor. María clama una justicia que le es negada por las
insidias de Logrador, el malvado cómplice de su desgracia, y la anarquía
desatada por el General Corona.
ANTONIO.- […]
¡Dolor! y el infame
vive, (Con furor)
y goza de su delito,
y de mí aun no recibe
pronta muerte ese
maldito.
Al miserable lo alienta
el nunca tener castigo:
con quedar impune cuenta
porque es del Gobierno
amigo.
Lo veremos: si justicia
aquí pedirla es en vano,
en la ocasión más
propicia
yo me la haré por mi
mano.
En
el tercer y último acto, aparece Goya desbaratando con juicio crítico y astucia
las acechanzas tanto de Logrador como del General Corona quienes, en
conchupancia cada uno por su lado con la Alcaidesa de la Cárcel de Mujeres,
desean deshonrar a María que se encuentra aislada en el presidio. Ya en la
guerra, pero contra los desmanes del poder, Manuel ejecuta un plan en pleno
campo de batalla que consiste en pasar por sorpresa su ejército a la fila
contraria y volver a la ciudad para implantar la libertad, la justicia y la
paz.
Lares,
presenta la práctica militar de la recluta como agente catalizador del
conflicto dramático que se produce por la violenta intromisión de la esfera pública
en la esfera privada perteneciente al ámbito de la vida doméstica. En ese
sentido, el análisis recurre a la filósofa judeo-alemana, Hannah Arendt (2009), quien
plantea la diferencia que existe entre el Antiguo y Moderno entendimiento de la
política señalando que en el antiguo pensamiento griego el rasgo distintivo de
la vida doméstica es que es privada, en el sentido de estar sujeta a la
«privación», a la carencia, a la necesidad, por la que surge la asociación natural de la
Familia como espacio para la administración de la labor (actividad para la
subsistencia de la especie) y el trabajo (actividad para la permanencia de la
especie) regidos por la «fuerza» jerárquica e indisputada del jefe o padre de
familia (Pater familias) en un estado
pre-político. Por el contrario, la esfera pública «Ciudad-Estado» es la esfera
de la polis «política» (actividad
para la trascendencia de la especie) que se alcanza tras liberarse (dejar de
ser esclavo) de las necesidades primarias de la existencia, siendo libre para
disponer de sus propios movimientos y actividades, viene a ser el espacio de
aparición del individuo ante los otros y de los otros ante él, distinguiéndose
de entre sus iguales a través de dos actividades genuinamente humanas como son
el gesto (acción) y la palabra (discurso), como fuentes reveladoras del sujeto.
Mediante
la acción y el discurso, los hombres muestran quiénes son, revelan activamente
su única y personal identidad y hacen su aparición en el mundo humano, mientras
que su identidad física se presenta bajo la forma única del cuerpo y el sonido
de la voz, sin necesidad de ninguna actividad propia. El descubrimiento de
«quién» en contra-distinción al «qué» es alguien -sus cualidades, dotes,
talento y defectos que exhibe u oculta- está implícito en todo lo que ese alguien
dice y hace. (p. 203)
La
manifestación humana se da a través de la palabra con la cual el individuo
anuncia lo que hace, ha hecho o intenta hacer siempre con la verificación de
sus semejantes, constituyendo el diálogo el fundamento de la acción política. El diálogo público se constituye en actos
del habla por los que se crea y constata la realidad del ser, de manera que para
los antiguos griegos la condición humana por excelencia es la condición
política; y de allí se desprende, apunta Arendt (2009), la apreciación de éstos
por la mímesis, es decir, la
imitación de una acción (drama) «no como es, sino como debería ser»; y la
valoración del teatro dramático como el arte político por excelencia, “pues sólo en él se transpone en arte la
esfera política de la vida humana. Por el mismo motivo, es el único arte cuyo
solo tema es el hombre en su relación con los demás” (p. 211). La polis (política) “es la organización de la gente tal como surge de actuar y hablar
juntos, y su verdadero espacio se extiende entre las personas que viven juntas
para este propósito, sin importar dónde estén. ‘A cualquier parte que vayas,
serás una polis.” (p. 221) Así, la finalidad de la política para el
criterio griego no era el poder de coerción sino el poder de persuasión conducida por la excelencia areté, la distinción por el deseo de
«dejar huella» en la vida terrena obrando en el otro mediante actos y palabras esgrimidas, no para servirse como requiere la
privación, sino para servir como exige la dignidad y el honor.
Pero,
en la Modernidad, la figura del «Estado/Gobierno» comienza a transformarse en
una «organización doméstica» de alcance nacional (Pater Estado) hasta configurarse por completo en la restringida e
im-personal esfera de la administración, convirtiendo la economía en un interés
público, así como también el ejercicio de la fuerza; pasando a ser la
distinción (excelencia) una competencia de la vida privada con el surgimiento
de la híbrida esfera social. En la mentalidad moderna, el ciudadano ordinario
no tiene como máxima aspiración distinguirse en la vida pública (política) perdiendo
con ello el poder político, es decir, perdiendo el poder de actuar concertadamente,
abonando el terreno a la «fuerza» de cuya violencia emerge la «tiranía», esto
es, la falacia de que “sólo el gobernante
debe atender los asuntos públicos” (Ibíd:242). Cabe advertir que la acción
humana siendo por naturaleza acción política, como inter-acción que se produce
de manera libre, impredecible e irreversible, conlleva una carga de
responsabilidad forjada, según Arendt (1984) en el pensamiento. «El pensar lo
que se hace» y «comprender la acción» implica el acto de reflexión que permite
sustraerse de la realidad para convidar un diálogo interior (diálogo consigo
mismo) como especie de juicio moral guiado por el «sentido común», esto es, el
sentido de un mundo compartido con otros, pudiéndose discriminar con ese
referente el bien del mal. Esto permite al individuo actuar en concordancia con
la propia voluntad, es decir, en concordancia consigo mismo, con los propios intereses
que vienen a ser los intereses de la propia humanidad. El pensamiento como lenguaje
interior se traduce en «yo no quiero hacer
esto porque yo no quiero ser esto»,
como acto de palabra que comporta una ética y una estética del mundo que viene a asegurar su continuidad a través de la creación de tres potestades humanas: el
perdón y la promesa, que no por ello excluye el castigo. De modo que para
Arendt (1984) la consecuencia de no pensar políticamente –como si los otros no
existieran- viene a ser el mal, el mal que prescriben los regímenes
totalitarios y el motivo por el cual se desatan las guerras.
En
la estructura dramática de El Recluta,
de José Ignacio Lares, y de acuerdo a todo lo antes expuesto, se puede advertir
en el primer acto, la representación de la labor y el trabajo correspondientes a
la vida privada de los personajes que viene a ser perturbada por la práctica de
la recluta en el contexto de la esfera pública apestada por un estado tiránico
de corte militar a lo largo de todo el segundo acto, hasta la acción que
restituye el orden político en el tercer y último acto. El tema de la guerra
conlleva el conflicto de la pugna entre civiles y militares, apreciándose los
desplazamientos de las dos esferas en cuestión a través de la estrategia
dramatúrgica de presentar los personajes por grupos de familias,
evidenciando con ello el tratamiento de la esfera privada y mostrando el
proceso de su «aparición» en la esfera pública.
Grupos
de Familias
María, sus padres Juan y Dolores.
Antonio, su madre Encarnación y su hermana
Lucía.
Rodrigo, su esposa Nicolasa y sus hijos Polo
y Maruja.
Don Moré, su esposa Salomé y su hija.
Goya y su madre.
Manuel Rivas y su madre
Cecilia (tras la muerte de su madre, se hizo hijo de toda la hacienda)
Gobernador y su esposa
Clara.
Alcaideza de la cárcel de
mujeres y su esposo (ya fallecido)
Logrador y su madre (ya
fallecida)
General Corona, su esposa
Petra y la doméstica.
Estos
personajes se perfilan en la tradicional clasificación de «benévolos» y
«malévolos» precisamente por la riqueza de su aparición en la esfera pública
como aspecto encausado en la progresión dramática sustentada mediante diálogos que
permiten mostrar el «cómo» y revelar el «quién» aparece. Las réplicas entre los
personajes (lo que ellos dicen y lo que dicen de ellos), sus acciones y
re-acciones; además del lenguaje visual de la escena, nos permiten adentrarnos
en su mundo; y más aún si en la obra destaca el soliloquio como recurso con el
que podemos llegar a conocer sus pensamientos. De manera que los personajes
tienen la posibilidad de «pensar o no lo que hacen» dirigiendo su voluntad
hacia el deseo o no, en este caso, de servir al bien común (político).
Personajes
Malévolos:
Generales:
Cubero, Logrador, Viloria y Corona.
Alcaideza,
celadora de la cárcel de mujeres.
Soldados
1° y 2°.
Personajes
referenciales: Gobernador y su esposa; Piña y Villasana; la doméstica del
general Corona.
Personajes
Benévolos:
María,
Antonio, Dolores, Juan, Rodrígo, Manuel, Goya, Comisarios 1° y 2°.
Personajes
referenciales: Don Moré (Dueño de la hacienda y opositor al gobierno),
Encarnación y Lucía (familia de Antonio), Cecilia (madre de Goya), vecinos de
las familias de los alrededores, el Arzobispo (escondido en la iglesia),
Comparsa de soldados.
Notas:
[1] La Guerra Federal (1859-1863) fue una
guerra civil venezolana también conocida como la Guerra Larga, sucedida después
de la Guerra de Independencia, entre “godos/conservadores” que proponían el
Centralismo y los “liberales” que proponían la Federación como forma de
gobierno. Tras su culminación, siguieron toda suerte de agitaciones y
levantamientos, tales como la llamada «Revolución Azul» hasta la ascensión al
poder del gobierno autocrático civilizador (1870-1888) de Antonio Guzmán
Blanco, quien logró una relativa pacificación del país; así como también el
intervalo de tiempo que significó la dictadura (1908-1935) del general Juan
Vicente Gómez.
(Fragmento)