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Especialista en Teatro Venezolano

miércoles, 6 de marzo de 2019

El teatro de José Ignacio Lares: las esferas pública y privada


Los Andes. Carmelo Fernández



LA ESFERA PÚBLICA Y LA ESFERA PRIVADA
EN EL TEATRO DE JOSÉ IGNACIO LARES

Resumen
Este artículo se propone realizar un análisis de la obra de teatro El Recluta, escrita a finales del siglo XIX por el trujillano-merideño José Ignacio Lares, en cuyo planteamiento dramático se estima el desplazamiento de la esfera pública y la esfera privada como aspectos fundamentales para dilucidar el sentido prístino de la política y su revalorización en nuestro tiempo.
Palabras clave: Esfera pública, esfera privada, política, teatro, José Ignacio Lares.


THE PUBLIC SPHERE AND THE PRIVATE SPHERE
IN THE THEATER OF JOSÉ IGNACIO LARES
Abstract
This article proposes an analysis of the play El Recluta, written at the end of the 19th century by the Trujillano-Merideño José Ignacio Lares, whose dramatic approach estimates the displacement of the public sphere and the private sphere as fundamental aspects to elucidate the meaning pristine of politics and its revaluation in our time.

Key words: Public sphere, private sphere, politics, theater, José Ignacio Lares.




El Recluta es un drama en verso, dividido en tres actos, escrito en 1896 por José Ignacio Lares, en cuya propuesta dramática se estima el desplazamiento de la esfera pública y la esfera privada como aspectos fundamentales para dilucidar y revalorar el sentido prístino de la política, siendo ésta una actividad que colmó la vida y obra del autor.
El título pone acento en «el recluta» como calidad del individuo que, en previsión de la guerra, es el encargado de alistar generalmente mozos –de forma voluntaria o forzada- para el servicio militar; y a su vez el término se refiere por extensión al sujeto alistado o reclutado. De manera que «el recluta» viene a ser un sustantivo que inscribe tanto al sujeto Reclutador como al sujeto Reclutado, y la condición forzada o voluntaria del último implica, en todo caso, irrupciones en la esfera privada y en la esfera pública por analizar en este estudio.

El autor ubica la acción acotando “se supone que pasa en Mérida después de la guerra de la Federación”[1], pero el “supuesto” resulta una suspicacia del tiempo y lugar de la acción en cuanto a una crítica a la guerra en general. 
DOLORES.-  Por todos los cerros ya
                     la noche se nos desborda.
                     (Viene cerca de María)
Es mi temor esta guerra
que nos persigue tenaz.
Está visto: en esta tierra
no les gusta estar en paz.
Nada fuera que allá ganas
les diera a ellos de pelear,
si todas estas jaranas
no fuera el Pobre á pagar.
Ahora el Pelado ha vuelto
á formar revolución;
y está Mérida revuelto
desde antier, y en confusión.
De nuevo a su oficio eterno,
y en trillar la misma ruta,
vuelve otra vez el Gobierno
á disponer de la recluta.
[…]



En el primer acto, se nos muestra la cocina de la casa de una laboriosa y apacible familia campesina en la que se encuentra Dolores cocinando la cena en el fogón y María, su hija, cociendo con entusiasmo el vestido de su boda con Antonio, un mozo vecino trabajador de la hacienda cafetalera de don Moré, ubicada en las afueras de la ciudad, donde también trabaja el padre de la novia, Juan, y el tío Rodrígo, hermano de Dolores, además de otras familias vecinas de los alrededores. Dolores se pasea por la casa angustiada por la tardanza de su esposo, ante la amenaza de que lo pueda haber atrapado la recluta que campea por esas tierras en tiempos de guerra; mientras su hija trata de tranquilizarla contándole que, cuando fue a la vega por la tarde a llevarle el almuerzo a su padre, se enteró que don Moré había dispuesto un centinela que le avisara al peonaje en caso de algún peligro, además de contarle su alegría porque el hacendado le prometió, delante de su padre, costear y realizar su boda en la hacienda.
DOLORES.- Con gusto de todos, sí,
los chicos se casarán,
y no distantes de aquí
en su casa vivirán.
Nos veremos todo el día
aquí tanto como allá;
y tranquila en alegría,
nuestra vida pasará.
Después vendrán los chicuelos
a darnos la dulce guerra,
y seremos los abuelos
más felices de la tierra. (Pausa)
(Va al fogón, destapa la caldera, la revuelve con
una cuchara grande de madera)
[…]


Todos los preparativos del matrimonio se truncan cuando aparece en la casa el novio, Antonio, para avisarles a las dos mujeres que viene la recluta –encarnada por los generales Logrador y Cubero- que ya hizo estragos en la hacienda de don Moré, y por lo que Juan y Rodrígo quedaron en juntarse con él para irse a esconder en el monte. Pero, al tratar de escapar los tres hombres de la casa, se escucha el sonido de dos disparos de bala que los hace retroceder y ocultarse en el granero.
RODRIGO.-   ¡Nos fregamos! se los digo,
                                           por tris que pago la fiesta.
                                           Unos vienen por aquí,
                   (Señala con una mano á la derecha)
                                           Y otros vienen por acá.
                   (Señala a la izquierda con la otra mano)
MARÍA.-         (Con viveza) Pero no estén así.
DOLORES.-   (Con apuro) Entre, entren para allá.
(Dolores y María los empujan á todos para que entren á la sala, se van precipitadamente y las mujeres llegan hasta la puerta)
DOLORES.-   En el falso de la troje
  encarámense los tres.
MARÍA.-         Y á ninguno se le antoje
                        hacer ruido con los pies.
           

Entran intempestivamente en la casa los generales Logrador y Cubero, acompañados por dos soldados que encuentran y reclutan por la fuerza al novio y, de manera arbitraria, al padre y al tío para llevarlos junto a los demás hombres de la hacienda: padres, hijos, tíos, primos, etc., a los embates de la guerra. No obstante, los dos soldados también reclutan las cosas de la casa y los dos generales planean volver solos por la noche para llevarse a la novia ante los ojos aterrados de la madre.
CUBERO.-     (Con voz imperiosa)
                        La casa franca, señora,
                        que la voy a registrar.
DOLORES.-   Ese es un atrevimiento.
                        No somos, señor, criminales,
                        y yo no se lo consiento
                        ni á godos ni á liberales.
_______

DOLORES.-   ¿Dónde están las garantías
                        y de la ley el favor?
CUBERO.-     No esté hablando tonterías:
                        No hay más ley que el mandaor.
________

DOLORES.-   ¡Señor, á qué vuelve usted!
CUBERO.-     De poco se empresiona.
                        Voy á llevarme en mi red,
                        mi señora, esta pichona.
(Logrador se arroja sobre Dolores y empieza a atarla en el pilar. Cubero hace lo mismo contra María, pero ésta se le escapa y trata de ganar la puerta del campo)
                                          

El segundo acto, transcurre en la Plaza Bolívar de la ciudad de Mérida donde se encuentra la Gobernación, el Arzobispado, Casas de vecindad, la Cárcel de hombres, la Cárcel de mujeres, y el Cuartel General donde al llegar los reclutados Antonio, Juan y Rodrigo son ascendidos de rango de inmediato gracias al reencuentro con Manuel, un mozo amigo que daban por muerto de la anterior campaña y que ahora ocupa el grado de Coronel. Allí mismo, conocen la nobleza y honradez de Goya, otro mozo recluta –voluntario- con grado de Ordenanza que se ha decepcionado de la milicia al constatar cómo han pervertido sus ideales, por lo que resulta un aliado que va a poner en cuenta al novio de los desmanes cometidos contra su prometida, al oír el relato de la madre que ha llegado a la ciudad suplicando ayuda de las autoridades –el Gobernador y su esposa, y el General Corona- tras el rapto de su hija. Antonio, el novio ahora capitán, decide junto a los demás vecinos labriegos, ahora milicianos, tomar la justicia por sus propias manos con ayuda de su amigo Manuel. Por otra parte y sin saberlo Antonio, Dolores logra reencontrarse con su hija, María, que trajeron a la ciudad para ser encarcelada por darle muerte a Cubero, su raptor, en la lucha por salvar su honor. María clama una justicia que le es negada por las insidias de Logrador, el malvado cómplice de su desgracia, y la anarquía desatada por el General Corona.
ANTONIO.-    […]
                        ¡Dolor! y el infame vive, (Con furor)
                        y goza de su delito,
                        y de mí aun no recibe
                        pronta muerte ese maldito.
                        Al miserable lo alienta
                        el nunca tener castigo:
                        con quedar impune cuenta
                        porque es del Gobierno amigo.
                        Lo veremos: si justicia
                        aquí pedirla es en vano,
                        en la ocasión más propicia
                        yo me la haré por mi mano.


En el tercer y último acto, aparece Goya desbaratando con juicio crítico y astucia las acechanzas tanto de Logrador como del General Corona quienes, en conchupancia cada uno por su lado con la Alcaidesa de la Cárcel de Mujeres, desean deshonrar a María que se encuentra aislada en el presidio. Ya en la guerra, pero contra los desmanes del poder, Manuel ejecuta un plan en pleno campo de batalla que consiste en pasar por sorpresa su ejército a la fila contraria y volver a la ciudad para implantar la libertad, la justicia y la paz.


Lares, presenta la práctica militar de la recluta como agente catalizador del conflicto dramático que se produce por la violenta intromisión de la esfera pública en la esfera privada perteneciente al ámbito de la vida doméstica. En ese sentido, el análisis recurre a la filósofa judeo-alemana, Hannah Arendt (2009), quien plantea la diferencia que existe entre el Antiguo y Moderno entendimiento de la política señalando que en el antiguo pensamiento griego el rasgo distintivo de la vida doméstica es que es privada, en el sentido de estar sujeta a la «privación», a la carencia, a la necesidad, por la que surge la asociación natural de la Familia como espacio para la administración de la labor (actividad para la subsistencia de la especie) y el trabajo (actividad para la permanencia de la especie) regidos por la «fuerza» jerárquica e indisputada del jefe o padre de familia (Pater familias) en un estado pre-político. Por el contrario, la esfera pública «Ciudad-Estado» es la esfera de la polis «política» (actividad para la trascendencia de la especie) que se alcanza tras liberarse (dejar de ser esclavo) de las necesidades primarias de la existencia, siendo libre para disponer de sus propios movimientos y actividades, viene a ser el espacio de aparición del individuo ante los otros y de los otros ante él, distinguiéndose de entre sus iguales a través de dos actividades genuinamente humanas como son el gesto (acción) y la palabra (discurso), como fuentes reveladoras del sujeto.
Mediante la acción y el discurso, los hombres muestran quiénes son, revelan activamente su única y personal identidad y hacen su aparición en el mundo humano, mientras que su identidad física se presenta bajo la forma única del cuerpo y el sonido de la voz, sin necesidad de ninguna actividad propia. El descubrimiento de «quién» en contra-distinción al «qué» es alguien -sus cualidades, dotes, talento y defectos que exhibe u oculta- está implícito en todo lo que ese alguien dice y hace. (p. 203) 


La manifestación humana se da a través de la palabra con la cual el individuo anuncia lo que hace, ha hecho o intenta hacer siempre con la verificación de sus semejantes, constituyendo el diálogo el fundamento de la acción política. El diálogo público se constituye en actos del habla por los que se crea y constata la realidad del ser, de manera que para los antiguos griegos la condición humana por excelencia es la condición política; y de allí se desprende, apunta Arendt (2009), la apreciación de éstos por la mímesis, es decir, la imitación de una acción (drama) «no como es, sino como debería ser»; y la valoración del teatro dramático como el arte político por excelencia, “pues sólo en él se transpone en arte la esfera política de la vida humana. Por el mismo motivo, es el único arte cuyo solo tema es el hombre en su relación con los demás” (p. 211). La polis (política) “es la organización de la gente tal como surge de actuar y hablar juntos, y su verdadero espacio se extiende entre las personas que viven juntas para este propósito, sin importar dónde estén. ‘A cualquier parte que vayas, serás una polis.” (p. 221) Así, la finalidad de la política para el criterio griego no era el poder de coerción sino el poder de persuasión conducida por la excelencia areté, la distinción por el deseo de «dejar huella» en la vida terrena obrando en el otro mediante actos y palabras esgrimidas, no para servirse como requiere la privación, sino para servir como exige la dignidad y el honor.




Pero, en la Modernidad, la figura del «Estado/Gobierno» comienza a transformarse en una «organización doméstica» de alcance nacional (Pater Estado) hasta configurarse por completo en la restringida e im-personal esfera de la administración, convirtiendo la economía en un interés público, así como también el ejercicio de la fuerza; pasando a ser la distinción (excelencia) una competencia de la vida privada con el surgimiento de la híbrida esfera social. En la mentalidad moderna, el ciudadano ordinario no tiene como máxima aspiración distinguirse en la vida pública (política) perdiendo con ello el poder político, es decir, perdiendo el poder de actuar concertadamente, abonando el terreno a la «fuerza» de cuya violencia emerge la «tiranía», esto es, la falacia de que “sólo el gobernante debe atender los asuntos públicos” (Ibíd:242). Cabe advertir que la acción humana siendo por naturaleza acción política, como inter-acción que se produce de manera libre, impredecible e irreversible, conlleva una carga de responsabilidad forjada, según Arendt (1984) en el pensamiento. «El pensar lo que se hace» y «comprender la acción» implica el acto de reflexión que permite sustraerse de la realidad para convidar un diálogo interior (diálogo consigo mismo) como especie de juicio moral guiado por el «sentido común», esto es, el sentido de un mundo compartido con otros, pudiéndose discriminar con ese referente el bien del mal. Esto permite al individuo actuar en concordancia con la propia voluntad, es decir, en concordancia consigo mismo, con los propios intereses que vienen a ser los intereses de la propia humanidad. El pensamiento como lenguaje interior se traduce en «yo no quiero hacer esto porque yo no quiero ser esto», como acto de palabra que comporta una ética y una estética del mundo que viene a asegurar su continuidad a través de la creación de tres potestades humanas: el perdón y la promesa, que no por ello excluye el castigo. De modo que para Arendt (1984) la consecuencia de no pensar políticamente –como si los otros no existieran- viene a ser el mal, el mal que prescriben los regímenes totalitarios y el motivo por el cual se desatan las guerras.


En la estructura dramática de El Recluta, de José Ignacio Lares, y de acuerdo a todo lo antes expuesto, se puede advertir en el primer acto, la representación de la labor y el trabajo correspondientes a la vida privada de los personajes que viene a ser perturbada por la práctica de la recluta en el contexto de la esfera pública apestada por un estado tiránico de corte militar a lo largo de todo el segundo acto, hasta la acción que restituye el orden político en el tercer y último acto. El tema de la guerra conlleva el conflicto de la pugna entre civiles y militares, apreciándose los desplazamientos de las dos esferas en cuestión a través de la estrategia dramatúrgica de presentar los personajes por grupos de familias, evidenciando con ello el tratamiento de la esfera privada y mostrando el proceso de su «aparición» en la esfera pública.

Grupos de Familias
María, sus padres Juan y Dolores.
Antonio, su madre Encarnación y su hermana Lucía.
Rodrigo, su esposa Nicolasa y sus hijos Polo y Maruja.
Don Moré, su esposa Salomé y su hija.
Goya y su madre.
Manuel Rivas y su madre Cecilia (tras la muerte de su madre, se hizo hijo de toda la hacienda)
Gobernador y su esposa Clara.
Alcaideza de la cárcel de mujeres y su esposo (ya fallecido)
Logrador y su madre (ya fallecida)
General Corona, su esposa Petra y la doméstica.


Estos personajes se perfilan en la tradicional clasificación de «benévolos» y «malévolos» precisamente por la riqueza de su aparición en la esfera pública como aspecto encausado en la progresión dramática sustentada mediante diálogos que permiten mostrar el «cómo» y revelar el «quién» aparece. Las réplicas entre los personajes (lo que ellos dicen y lo que dicen de ellos), sus acciones y re-acciones; además del lenguaje visual de la escena, nos permiten adentrarnos en su mundo; y más aún si en la obra destaca el soliloquio como recurso con el que podemos llegar a conocer sus pensamientos. De manera que los personajes tienen la posibilidad de «pensar o no lo que hacen» dirigiendo su voluntad hacia el deseo o no, en este caso, de servir al bien común (político).

Personajes Malévolos:
Generales: Cubero, Logrador, Viloria y Corona.
Alcaideza, celadora de la cárcel de mujeres.
Soldados 1° y 2°.
Personajes referenciales: Gobernador y su esposa; Piña y Villasana; la doméstica del general Corona.

Personajes Benévolos:
María, Antonio, Dolores, Juan, Rodrígo, Manuel, Goya, Comisarios 1° y 2°.
Personajes referenciales: Don Moré (Dueño de la hacienda y opositor al gobierno), Encarnación y Lucía (familia de Antonio), Cecilia (madre de Goya), vecinos de las familias de los alrededores, el Arzobispo (escondido en la iglesia), Comparsa de soldados.



Notas:

[1] La Guerra Federal (1859-1863) fue una guerra civil venezolana también conocida como la Guerra Larga, sucedida después de la Guerra de Independencia, entre “godos/conservadores” que proponían el Centralismo y los “liberales” que proponían la Federación como forma de gobierno. Tras su culminación, siguieron toda suerte de agitaciones y levantamientos, tales como la llamada «Revolución Azul» hasta la ascensión al poder del gobierno autocrático civilizador (1870-1888) de Antonio Guzmán Blanco, quien logró una relativa pacificación del país; así como también el intervalo de tiempo que significó la dictadura (1908-1935) del general Juan Vicente Gómez.    



(Fragmento)